lunes, 8 de noviembre de 2010

Summertime: Tu primera canción de cuna

 

“Summertime
And the livin’ is easy
Fish are jumpin’
And the cotton is high
Oh your daddy’s rich
And your mamma is good lookin’
So hush little baby
Don’t you cry
One of these mornings
You’re goin’ to rise up singin'
Then you’ll spread your wings
And you’ll take the sky
But till' that mornin'
There’s a nothin’ can harm you
With daddy and mammy
Standin’ by”

Hay tantas formas de hacer realidad Summertime que vas a tener muchas opciones para escoger, la que más te guste fue hecha para ti, la busqué para ti, te la cantaré como más te guste, con la voz melancólica de Billie o la poderosa y dulce de Ella. O como más la disfruto yo, en el genio de Miles.

Es la voz esperanzadora de una mujer negra que le augura la feliz libertad a su bebé, la hermosa fantasía de un mundo luminoso que alegrará con su voz, un cielo infinito para volar y el refugio sin condiciones del amor de papá y mamá.

Habrá mas canciones de cuna para ti, de todas las épocas, de todos los que las cantaron desde el fondo de sus corazones para sus hijos. Son bienvenidas de ternura para quienes llegan a compartir este mundo extraño, muchas veces atroz, en el que gráciles criaturas aladas de colores refulgentes beben de las flores, frente a tu ventana. Y las flores que parecen besos de Dios, guardadas por hojas de todos los verdes posibles, te hipnotizarán con sus infinitos y mágicos tonos de violetas, rojos, amarillos, naranjas, azules, blancos, verás todo el arco iris pincelado en ellas.

Ésta es tu primera canción de cuna.

 

De la ópera de George Gershwin, Porgy & Bess, de 1935.

 

Billie Holiday: Del espíritu original del jazz.

 

Una mas…, que no es una más cualquiera.

 

Mi preferida, la del mago Miles.

sábado, 3 de abril de 2010

Entre el ir y el venir

Algunos crustáceos se ven tan frágiles con sus delgadas extremidades... Son como penitentes sobre endebles muletas, errantes inmersos en las corrientes de oceanos universales.


Ahora estoy reflotando, recuerdo a unos pequeñísimos bivalvos que descubrí adheridos a una ramita flotando en medio del mar. Si tuvieran conciencia de sí mismos no cabrían de asombro y terror al darse cuenta que tan minúsculos y efímeros son respecto al caldo que les da vida. Mientras estuvieron en el aire algo palpitante salió de dentro de las conchas y me dí cuenta de que estaban vivos. Me sentí curioso, sorprendido, extasiado con tan raras criaturas quienes para quien no conoce del mar mas que un par de playas y vive entre los remotísimos edificios de cemento y acero invasores de las montañas de una cordillera inmensa, son una maravillosa novedad.

Me sentí como un titánico dios que tuvo en sus limitadas manos la existencia de un par de vidas. Me sentí misercordioso llevándolas de nuevo tan lejos de la fatalidad de la orilla. Me sentí como un patético y arrogante hombre común. 

Algunos humanos somos como cangrejos que van de lado con sus pasitos cortos, tenazas al frente, tímidos danzantes entre la arena seca de la tierra firme con sus raros monstruos atronadores y el fondo suave del mar de las aguas interminables con sus monstruos mudos familiares.

martes, 8 de diciembre de 2009

Sector 9...o cualquier sector en la Tierra.

Hacer buen cine con la temática de ciencia ficción al parecer no es fácil, sobre todo con una industria del entretenimiento tan mediada por la rentabilidad, o mejor... el mercantilismo. Asi que hay pocos buenos referentes en el panorama visible de la cinematografía de la anticipación, siendo para mi el mejor Odisea del Espacio 2001 (Stanley Kubrick, 1968) y no acercándose ni por asomo algun otro en esa dimensión extraordinaria, cerca pero desde una pérspectiva diferente considero a Blade Runner (Ridley Scott, 1982) otro magnífico exponente de éste género. Pero de vez en cuando algo nuevo aparece para refrescar el gusto y revitalizar la esperanza en el buen cine.

En la recientísima cinta Sector 9 (Neill Blomkamp, 2009) un muchacho negro, posiblemente marginal - claramente no es de las élites sociales- ante la pregunta que le hace una voz sobre que opina respecto a rehubicar a los extraterretres que están asentados en un "guetto", le responde al entrevistador  que se los lleven, nada tienen que estar haciendo acá, "si fueran humanos lo entendería, pero ni siquiera son de éste planeta", de nuevo excúseme el lector si no soy fiel a la literalidad. Pero el sentido inequívoco de la respuesta no tiene pierde.
¿A cuántos pueblos se les ha negado un destierro? A ninguno. A nadie se le ha privado de una injusticia, un desplazamiento, de la discriminación por ser minoría cuando se buscan nuevas tierras o la humillación de ser extranjero en tierra propia. ¿No han sido acaso los pueblos negros africanos algunos de los mas execrados? Por eso me pareció inolvidable esa escena, en la que igual podían estar preguntándole a un estadounidense sureño del siglo XVIII si los negros debían ser considerados iguales en dignidad a los blancos, a un encomendero español si debía respetarle las tierras del nuevo mundo a los indígenas, o a un colono inglés si tenía derecho a expulsar hacia el oeste a los pielrojas. Podemos hacer un paneo a lo largo de la humanidad preguntándole a los que están en situaciuón de privilegio político, económico, cultural, militar, religioso, etc. sobre ese otro que es considerado "inferior" o sencillamente es diferente. Las respuestas no habrían sido muy compasivas. La bondad y la consideración humanas no abundan.

Sector 9 es mucho mas que una recreación de la posible llegada de extraterrestres a nuestro mundo, tal como llega un centro comercial a un barrio, con evidencia física concreta. Por supuesto que en sus primeros minutos evoca a la paupérrima Día de la Independencia (Roland Emmerich, 1996) con esa gigantesca nave nodriza flotando sobre la inmensa urbe terrestre, incluso uno que otro video juego de alienígenas para masacrar cuando poco a poco los van mostrando. Podría haber sido una referencia más de las mediocres cintas sobre marcianos que invaden la pobre Tierra. Pero no, va mucho mas lejos del maniqueo guion: Humano = bueno = víctima / Alien = malo = victimario. Los guionistas (Blomkamp y Tatchell) plantean lo que ya muchos nos hemos preguntado y respondido ¿Cómo seríamos con formas de vida inteligente de otros mundos? ¿Igual que somos con los otros pobladores de éste planeta? ¿Depredadores, asoladores, exterminadores? Nuestra evidente relación hasta ahora lo avala, incluso es argumentable que como nuestros compañeros de viaje planetario no son inteligentes, por lo tanto no es válida la pregunta. ¿Y si son - tan o más inteligentes que nosotros- seríamos capaces de interactuar desde la equidad cuando por milenios ni siquera consideramos a nuestros congéneres iguales, al menos en dignidad? Por lo menos antes de un milenio de evolución sociocultural, no.

Ésta es una historia que hablando al espectador sobre un hipotético futuro no lejano, también le cuenta de las marginaciones del pasado, de las del presente, incluso después de hacer decenas de cintas relatando la pasada tragedia judía en Europa que casi todo el mundo ha visto gracias a la globalidad, sigue siendo insuficiente porque se sigue repitiendo ya no sobre los judíos (incluso por ellos) por tanto sigue siendo necesario mostrarla; también recrea las condiciones lamentables de naciones enteras oprimidas por intereses económicos particulares (un tercio de Africa subsahariana o Latinoamérica por decir algo) Con su perspecticva sociológica Sector 9 se aventura a darle voz a esos estudiosos sociales a los que poco se escucha porque suelen decir lo que a los poderes no les gusta que se hable, es una película que no se queda en el entretenimiento, hace reflexionar, cuestionar sobre nuestra humanidad y tal vez desear que preferiblemente estemos solos en el universo. Por el bien de otros y el nuestro propio.

Corto de Sector 9

lunes, 9 de marzo de 2009

La cara y el sello.

El duelo indefectiblemente está ligado a la pérdida, y sea como se viva ésta, cualquier ser humano se encuentra con ella en cualquier momento de su existencia. La pérdida misma es ineludible, es a la vida lo que la cara al sello. Ligadas una a la otra, son mutuamente necesarias para que persistan.

En cuanto la vida asoma su milagro, también trae consigo su extinción; pronta, lejana, esperada o no, el final de un comienzo llegará a pesar de todo lo que pretendamos aplazarlo e incluso negarlo. También lo son los encuentros y desencuentros, las relaciones que se tejen con los demás que en algún momento dan paso a la despedida son pasajeras, están sujetas a las misma dinámica del nacer, crecer y fenecer. Ante ésta clase de ineludibles, las posturas que asumimos los seres humanos frente a la pérdida en sí misma, varían desde las más o menos fuertes, las resignadas o las rebeldes, las impávidas o las desgarradoras, en términos de aceptar o negar la realidad; tantas formas como nuestras emociones y estrategias de afrontamiento estén al alcance de nuestros humanos recursos.

Sea el tipo de pérdida a la que hagamos frente, desde la más intrascendente como el extravío o el daño irreparable de algún objeto preciado, hasta la más trascendental como es la muerte de alguien objeto de afecto; pasando por un amplio espectro de renuncias obligadas o voluntarias, a estudios, trabajos, sueños, personas, amores, odios, etc.; todo está relacionado con los apegos que construimos con el mundo y sus elementos o habitantes. Desde la más remota forma de vínculo que construimos con alguien, aprendemos a atarnos en búsqueda de seguridad, de pertenencia, primero a un seno materno, mas tarde a grupos humanos, a instituciones e incluso a cosas. Podemos darnos cuenta que con el trascurso del tiempo nuestros lazos más significativos pueden estar ligándonos a infinidad de objetos de afecto de la más diversa y tal vez inverosímil naturaleza.

Es así como esa urdimbre de apegos puede ser tan tupida y fuerte que cada vez que un hilo se rompe se desencadenan eventos dolorosos, desgastantes, por la suma o la intensidad; las pérdidas recurrentes pueden minar una gran voluntad o una sola puede ser tan devastadora que después de ella no haya nada más que la desolación. Sea cual sea el panorama, hay un camino que recorrer, el que se extiende ante los pies, el de afrontar con los recursos propios la adaptación a la nueva realidad. Implica un re-aprendizaje, constatar que lo previo ya no existe, que la única evidencia es cada objeto físico que pierde su contexto anterior o al menos el recuerdo que luchamos por mantener vivo mientras creemos que es un salvavidas o el único legado posible.

A cada uno, objeto o recuerdo, se le puede emplear para mantenerse atado a un espejismo o para despedirse de ese algo que ya es parte de la historia personal. Es la renuncia al pasado el avance que permite desplazarse hacia una nueva condición, la del que desata los lazos y permite que cada cual continúe su rumbo, con el recogimiento de sí mismo, la sanación de las heridas y la restitución de la capacidad de establecer nuevos lazos, tal vez mas enriquecedores.

Todo ello implica tiempo, la misma ley del transcurso que gobierna la vida, requiere que cada paso sea dado en su momento, con el ritmo y la velocidad que cada uno tiene. Incluso en la forma que se manifieste, lo fundamental es respetar y dar el permiso necesario de que los pasos, etapas o momentos posteriores a la pérdida emerjan con libertad.

Indistintamente de la naturaleza que tenga la pérdida en sí (laboral, académica, afectiva, filial, etc.) el reconocer la realidad, aceptarla, resignificar el vínculo, despedirse y renunciar, solo tienen una meta que le da el sentido saludable a todo el recorrido: Resolver el Duelo

La culminación del proceso del Duelo restituye al doliente la capacidad de continuar en condiciones, generalmente diferentes y favorables, su vida cotidiana, el replanteamiento de proyectos, la resignificación de las relaciones con los demás, el valorar más apreciativamente lo vivido y lo aprendido.

miércoles, 7 de enero de 2009

Salchichas, muchas salchichas, muy adaptadas salchichas.

Tengo una muy antigua imágen en mi memoria, derivada de un fragmento de la película "The Wall" (la cinematografización del grandioso álbum homónimo de Pink floyd, dirigida por Alan Parker), en mi recuerdo una larga hilera de niños entran a una gran máquina moledora de carne y de ella salen los mismos niños pero con cuerpo y cara de salchichas. Hace poco refresqué éste fragmento a partir del video clip "Another brick in the wall". Por supuesto había diferencias de contenidos entre el recuerdo y la imágen real, pero el trasfondo mantiene el mismo significado. Pequeños ex-humanos transformados metódica, mecánica e indolentemente en producto serial.

No es gratis que la permanencia en el tiempo de ésa huella haya significado mucho más de lo que creí cuando, al ver por primera véz el filme me identifiqué totalmente con esos niños homogeneizados. Era un adolescente tardío (nueva característica evolutiva de nuestro postmodernismo) que se rebelaba infructuosamente por no ser otro de los demás. Incluso por no ser ni siquiera como yo mismo. Pero ésa es una confesión que amerita otro espacio. Acá intento reflexionar alrededor de otro tópico que se ha convertido claramente en un interrogante existencial.

Interrogante teñido por la indignación. Hace algunos meses se discutía en Colombia sobre si los colegios y escuelas debían dar una semana de receso al comenzar el último trimestre del año. Una semana de vacaciones. 5 días hábiles con los pequeños en casa. ¿Qué dijeron padres y madres al respecto? De todo, pero la voz que más se hizo notar fué: "¡Qué problema!" "¡¿Qué vamos a hacer con ellos en la casa!?" "¡¿Bien malos que son y quieren mas vacaciones?!" ¿Malos quiénes -pregunto- los niños, los profesores o ambos?

Sí, éso escuché por doquier, además por supuesto, de un virulento ataque a los maestros por considerarlos unos vagos, los mas cómodos de los trabajadores de éste inepto país que se toma la ligereza de decretar un receso por razones que van allá de la simplista "es que no les gusta trabajar" (¿Y si la medida fuera para todos, alguien se quejaría?); los progenitores se escandalizaron porque iban a tener a sus HIJOS en su propia casa, la misma a la que los trajeron desde su concepción. No puedo evitar recordar también las mordaces sugerencias de Fernando Vallejo invitándonos a esterilizarnos para no seguir plagando al mundo con nuestra dañina especie. ¿Qué puede argumentársele cuando no soportamos a nuestras creaturas? Nada contundente. No escuché una sola pregunta acerca de la conveniencia pedagógica de tal medida, o sobre las desventajas metodológicas de la misma para el proceso educativo o cualquier otra cosa que apuntara a la argumentación lógica y sensata. Nada. Puras quejas. Ni un solo "¿Ésta semana de receso de que manera nos ayuda en la educación de nuestros hijos?"

Quejarse como acto reflejo es una antiquísima manía humana -que sospecho exacerbada en nuestro tercer mundo gracias a nuestro parroquialismo- de modo que éso no es novedoso. Lo que si no puedo dejar de preguntarme es ¿Qué son sus hijos para millones de personas que los traen a éste mundo? ¿Qué es para ellos tenerlos durante una porción considerable de vida a su lado, cuando ni siquiera soportan tenerlos los 5 días de una semana inesperada? Está en el trasfondo de ése repudio la explicación al endémico maltrato, la incabable violencia, el denigrante abuso, la miserabilización de la infancia? ¿Porqué son muchos menos los que disfrutan de sus hijos, los que prefieren tenerlos las 24 horas de con ellos a pesar del riesgo manejable de la malcrianza? ¿Porqué la regla no es hacerse responsable desde el goce, de una vida que siendo irrepetible es una nueva oportunidad de hacer mas humana nuestra especie?

¿Acaso lo que muchos adultos quieren, tanto padres como maestros, es lo que Pink Floyd nos muestra con su cruda carne de niño saliendo de aquella gigantesca máquina? Nada que nos implique un mínimo esfuerzo de comprensión, curiosidad, sorpresa, reflexión y ante todo amor? ¿Es nuestro mundito adulto tan frágil frente al desafío que plantean nuestros propios descendientes que necesitamos reducirlos a muñecos de proteína autómata? ¿Por eso ante una semana de vacaciones muchos entran en pánico colectivo? ¿Porque tendrán que "lidiar" con alguien que es mucho más que una salchicha adaptada al sistema, un alguien que rie, juega, salta, corre, pregunta, explora y aprende a sospechar del omnipotente adulto?

Cuestionable, preocupante, decepcionante, incluso desesperazante que prioricemos la comodidad de padres que entregan en manos de un tercero su fruto como si de un depósito se tratara. Un capital del que se esperan rendimientos monetarios, pero si no es posible, el mínimo de sobresaltos por lo menos. Si se tuviera la certeza de que todos los depositarios llegaran a tener réditos extraordinarios muchos no dudarían en agradecer que su progenie fuera igual, menos humana, pero no importa, rentable.

Por ahora no me desprenderé de aquella huella de Pink Floyd, no quiero perderla de vista porque para ser automatizado está el electrodoméstico, para producir dinero están los bancos, nunca los seres humanos.

domingo, 21 de diciembre de 2008

La bellas: Ambición y Envidia

"The Other Boleyn Girl/La Otra Reina" (Justin Chadwick, 2008) tiene varios méritos, magnífica ambientación, actuaciones convincentes, etc., pero lo mas llamativo es el giro en el guión (no es absolutamente fiel a la historia) que lleva al espectador a presenciar las dos caras de una misma mujer: María y Ana son una misma en dos cuerpos. La ambición con el rostro de María y la bondad con el de Ana, pero ninguna de las dos deja de tener en sí misma lo que en la otra descuella. La menor de las Bolena (en realidad era la mayor) una vez ha probado embriagadores privilegios de ser el objeto del deseo del rey llega a querer aferrarse a él asomando el rostro de la misma ambición que el de su hermana y ésta tiene gestos de sacrificio que no son fácilmente creíbles en su deseo por el ascenso. Si bien la historia gira entorno a la relación de las muchachas con el rey, son muy importantes sus padres, ellos dos polos opuestos, me recuerdan a los progenitores de muchas jóvenes de hoy.
Éstas mujeres y su entorno de inicios del siglo XVI son una buena muestra de nuestra cara y sello, lo que aún nos hace abominables o adorables, incluso al mismo tiempo. Como somos, ambigüedades caminantes. El Sr. Bolena es un escalador social con cara de cordero y su esposa es la mujer mas fiel a la tradición femenina (impuesta) de la sumisión y la dignidad, él y su cuñado Thomas Howard son los clásicos manipuladores de las mujeres que creen que les pertenecen. ¿Hay diferencias significativas entre ésta baja nobleza inglesa y los padres tercermundistas que le ponen silicona a sus hijas y alcahuetean que sean (burdamente) "cortejadas" por fulanos adinerados de cualquier pelambre? Por supuesto al indignante costo que se requiera.
Mas que la ambición misma, es la cruda envidia el canto de la moneda de la que son cara y sello la bellísimas Ana (Natalie Portman) y María (Scarlett Johansson), por eso ésta no es estrictamente una historia de cómo asciende un solapado padre en la escala social a costa de un rey de moral endeble proxenetizando a las hijas, también lo es de la envidia, de la desasón que produce no estar en el mismo estatus que otros, de la ira que produce no ser la preferida en el lecho de Enrique VIII (a la larga una maldición). Mirandolo con el espacio que da el tiempo, es un culebrón sofisticado bien puesto en escena. Igual que nuestra vida de hoy, un entramado de compraventa de conciencias y "el pelar el cobre" de burdas pasiones.
Ésta es también una película de mujeres, hay un repaso de la condición maniquea e infravalorada de la mujer de aquella época, tenida por poco inteligente o sibilina, timorata o altanera, casquivana o santurrona. No había mas opciones entre salvarse o condenarse ¿Siendo Ana tan poco domable, qué otro destino le podría esperar si no el del escarnio público? A su hermana María la redimen su confianza en el amor honesto y un hombre sin mas sueño que el de ser un felíz anónimo, el único que renuncia a la corte asqueado por todos. Un giro del guión que soporta, e invita a concer la esperanza encarnada en Isabel I de Inglaterra (Elizabeth y Elizabeth: La Edad de Oro, Shekhar Kapur), una mujer magnífica, no por santa ni por diabla sino por ese carácter que tiene los elegidos para guiar naciones.
Como en aquel lejano 1.536 aún hoy se sigue ejecutando de muchas maneras en la plaza pública sin necesidad de asentir ante el verdugo ¿Somos diferentes ahora cuando condenamos públicamente a quienes tienen la temeridad de disentir superando valientemente "condiciónes" de inferioridad? Tenemos entre nosotros mujeres ignoradas, madres expoliadas, esposas ultrajadas, mujeres con y sin carácter que para colmo cuando no tienen el empacho en decir lo que piensan, gústele a quien le guste, están expuestas a todo tipo de muertes. Gracias a los miopes poderes arbitrarios masculinos y a la cobardía de los que son incapaces de respetar la voz ajena, incluso amados por ellas mismas.
Al término de la película es vidente que hay pocos cambios. Muy pocos cambios entre la Inglaterra postmedieval y nuestro flamante postmodernismo colombiano.

miércoles, 17 de diciembre de 2008

Riqueza obscena

"No realizarás manipulaciones genéticas. No llevarás a cabo experimentos sobre seres humanos, incluidos embriones. No contaminarás el medio ambiente. No provocarás injusticia social. No causarás pobreza. No te enriquecerás hasta límites obscenos a expensas del bien común. Y no consumirás drogas."

Estos son los nuevos pecados capitales, según la Santa Sede de la Iglesia Católica Romana. Bastante pertinentes para nuestra época, sobre todo los de corte cintífico aplicado, los otros... ya estaban en mora de ser declarados a los cuatro vientos.

No me jacto de ser anticlerical, ni lo contrario. Soy un simple mortal que intenta darle a cada cosa su dimensión terrenal. Dios en cualquiera de las comprensiones que tengamos de él, trasciende nuestras pequeñeces. Pero me llama poderosamente la atención que haciendo un ejercicio de sensatéz el mayor poder religioso configurador del mundo occidental en casi los últimos dos milenios, ha reconocido por fín que hay algunas cosas mas perturbadoras para la humanidad que el control de la natalidad, la fidelidad conyugal, la castidad y la homosexualidad, excusas moralistas que simplemente invaden el fuero privado del individuo.

No puedo evitar una sonrisa y un suspiro alentador, por fín se han atrevido en el Vaticano a hacer explícito que ¡También es abominable enriquecerse hasta la obscenidad! Al fín se hace uno candidato al infierno si se es un empresario, terrateniente, empleador, etc. que mezquina el pago de los obreros o será reo eterno si un traficante produce/vende porquerías que engordan los bolsillos a costa de la salud o la dignidad ajenas. Ahora será posible que los banqueros y políticos -entre otros- sean trinchados por Satanás en las pailas avernales gracias a sus monstruosas fortunas que por supuesto han salido de las manos de millones de personas que en su vidas conjuntas jamás sospecharían ni en el mas alucinante delirio que es posible apropiarse de tanta riqueza junta.

En Colombia, un país de pobreza en todas sus manifestaciones, no encuentro éticamente comprensible que alguien sea tan absurdamente rico como para ser el dueño de un tercio de la banca nacional. Tampoco puedo comprender cómo pueden existir sueldos, salarios, honorarios (como se les quiera llamar) que sumen decenas de millones de pesos ¡para una sola persona!

Me resulta indignante que alguien se pueda gastar en una sola noche millones de pesos en alcohol, prostitutas, drogas, etc.; para que eso sea posible tiene que haber una sociedad indolente, ciega, idiota y hasta malévola que lo permita. Son grotescos los incontables robos, desfalcos, entuertos fiscales de nuestra burocracia. No tiene ninguna posibilidad de comprensión que un jefe paramilitar y sus brazos políticos, por lo común de orígen acomodado, además de apropiarse de las tierras de los que poco han tenido se devoren las arcas de municipios y regiones enteras cuya riqueza podría reflejarse en los desarrollos locales, pero por supuesto ésta solo se evidencia en haciendas, casas de recreo, casas y apartamentos de ensueño (cuando son de buen gusto), vehículos onerosos, cuentas clandestinas atiborradas hasta la locura, excesos denigrantes, etc.

Hay un atraso de 1.500 años en la expedición de éstos pecados capitales sociales, el mismo Vaticano fué (y lo ha sido) cohonestador, partícipe y alcahuete con ellos. Hay un viejo mea culpa que no han publicado los padres de la iglesia, aunque primero tiene que hacer la necesaria contrición. Ya lo dijo en una época de similares desigualdades (no se si mas groseras que ahora) el Arcipreste de Hita (Juan Ruiz, 1.283 - 1.350): Lo que puede el dinero en http://antologiapoeticamultimedia.blogspot.com/.
Y no aprendemos. A pesar del tiempo, de la miseria evidente, no cambiamos. Algo pasa, algo malo pasa con nosotros. Algo muy adentro está estropeado y no estamos haciendo lo necesario para repararlo. Insisto, algo muy malo pasa con nosotros.