miércoles, 7 de enero de 2009

Salchichas, muchas salchichas, muy adaptadas salchichas.

Tengo una muy antigua imágen en mi memoria, derivada de un fragmento de la película "The Wall" (la cinematografización del grandioso álbum homónimo de Pink floyd, dirigida por Alan Parker), en mi recuerdo una larga hilera de niños entran a una gran máquina moledora de carne y de ella salen los mismos niños pero con cuerpo y cara de salchichas. Hace poco refresqué éste fragmento a partir del video clip "Another brick in the wall". Por supuesto había diferencias de contenidos entre el recuerdo y la imágen real, pero el trasfondo mantiene el mismo significado. Pequeños ex-humanos transformados metódica, mecánica e indolentemente en producto serial.

No es gratis que la permanencia en el tiempo de ésa huella haya significado mucho más de lo que creí cuando, al ver por primera véz el filme me identifiqué totalmente con esos niños homogeneizados. Era un adolescente tardío (nueva característica evolutiva de nuestro postmodernismo) que se rebelaba infructuosamente por no ser otro de los demás. Incluso por no ser ni siquiera como yo mismo. Pero ésa es una confesión que amerita otro espacio. Acá intento reflexionar alrededor de otro tópico que se ha convertido claramente en un interrogante existencial.

Interrogante teñido por la indignación. Hace algunos meses se discutía en Colombia sobre si los colegios y escuelas debían dar una semana de receso al comenzar el último trimestre del año. Una semana de vacaciones. 5 días hábiles con los pequeños en casa. ¿Qué dijeron padres y madres al respecto? De todo, pero la voz que más se hizo notar fué: "¡Qué problema!" "¡¿Qué vamos a hacer con ellos en la casa!?" "¡¿Bien malos que son y quieren mas vacaciones?!" ¿Malos quiénes -pregunto- los niños, los profesores o ambos?

Sí, éso escuché por doquier, además por supuesto, de un virulento ataque a los maestros por considerarlos unos vagos, los mas cómodos de los trabajadores de éste inepto país que se toma la ligereza de decretar un receso por razones que van allá de la simplista "es que no les gusta trabajar" (¿Y si la medida fuera para todos, alguien se quejaría?); los progenitores se escandalizaron porque iban a tener a sus HIJOS en su propia casa, la misma a la que los trajeron desde su concepción. No puedo evitar recordar también las mordaces sugerencias de Fernando Vallejo invitándonos a esterilizarnos para no seguir plagando al mundo con nuestra dañina especie. ¿Qué puede argumentársele cuando no soportamos a nuestras creaturas? Nada contundente. No escuché una sola pregunta acerca de la conveniencia pedagógica de tal medida, o sobre las desventajas metodológicas de la misma para el proceso educativo o cualquier otra cosa que apuntara a la argumentación lógica y sensata. Nada. Puras quejas. Ni un solo "¿Ésta semana de receso de que manera nos ayuda en la educación de nuestros hijos?"

Quejarse como acto reflejo es una antiquísima manía humana -que sospecho exacerbada en nuestro tercer mundo gracias a nuestro parroquialismo- de modo que éso no es novedoso. Lo que si no puedo dejar de preguntarme es ¿Qué son sus hijos para millones de personas que los traen a éste mundo? ¿Qué es para ellos tenerlos durante una porción considerable de vida a su lado, cuando ni siquiera soportan tenerlos los 5 días de una semana inesperada? Está en el trasfondo de ése repudio la explicación al endémico maltrato, la incabable violencia, el denigrante abuso, la miserabilización de la infancia? ¿Porqué son muchos menos los que disfrutan de sus hijos, los que prefieren tenerlos las 24 horas de con ellos a pesar del riesgo manejable de la malcrianza? ¿Porqué la regla no es hacerse responsable desde el goce, de una vida que siendo irrepetible es una nueva oportunidad de hacer mas humana nuestra especie?

¿Acaso lo que muchos adultos quieren, tanto padres como maestros, es lo que Pink Floyd nos muestra con su cruda carne de niño saliendo de aquella gigantesca máquina? Nada que nos implique un mínimo esfuerzo de comprensión, curiosidad, sorpresa, reflexión y ante todo amor? ¿Es nuestro mundito adulto tan frágil frente al desafío que plantean nuestros propios descendientes que necesitamos reducirlos a muñecos de proteína autómata? ¿Por eso ante una semana de vacaciones muchos entran en pánico colectivo? ¿Porque tendrán que "lidiar" con alguien que es mucho más que una salchicha adaptada al sistema, un alguien que rie, juega, salta, corre, pregunta, explora y aprende a sospechar del omnipotente adulto?

Cuestionable, preocupante, decepcionante, incluso desesperazante que prioricemos la comodidad de padres que entregan en manos de un tercero su fruto como si de un depósito se tratara. Un capital del que se esperan rendimientos monetarios, pero si no es posible, el mínimo de sobresaltos por lo menos. Si se tuviera la certeza de que todos los depositarios llegaran a tener réditos extraordinarios muchos no dudarían en agradecer que su progenie fuera igual, menos humana, pero no importa, rentable.

Por ahora no me desprenderé de aquella huella de Pink Floyd, no quiero perderla de vista porque para ser automatizado está el electrodoméstico, para producir dinero están los bancos, nunca los seres humanos.