lunes, 8 de noviembre de 2010

Summertime: Tu primera canción de cuna

 

“Summertime
And the livin’ is easy
Fish are jumpin’
And the cotton is high
Oh your daddy’s rich
And your mamma is good lookin’
So hush little baby
Don’t you cry
One of these mornings
You’re goin’ to rise up singin'
Then you’ll spread your wings
And you’ll take the sky
But till' that mornin'
There’s a nothin’ can harm you
With daddy and mammy
Standin’ by”

Hay tantas formas de hacer realidad Summertime que vas a tener muchas opciones para escoger, la que más te guste fue hecha para ti, la busqué para ti, te la cantaré como más te guste, con la voz melancólica de Billie o la poderosa y dulce de Ella. O como más la disfruto yo, en el genio de Miles.

Es la voz esperanzadora de una mujer negra que le augura la feliz libertad a su bebé, la hermosa fantasía de un mundo luminoso que alegrará con su voz, un cielo infinito para volar y el refugio sin condiciones del amor de papá y mamá.

Habrá mas canciones de cuna para ti, de todas las épocas, de todos los que las cantaron desde el fondo de sus corazones para sus hijos. Son bienvenidas de ternura para quienes llegan a compartir este mundo extraño, muchas veces atroz, en el que gráciles criaturas aladas de colores refulgentes beben de las flores, frente a tu ventana. Y las flores que parecen besos de Dios, guardadas por hojas de todos los verdes posibles, te hipnotizarán con sus infinitos y mágicos tonos de violetas, rojos, amarillos, naranjas, azules, blancos, verás todo el arco iris pincelado en ellas.

Ésta es tu primera canción de cuna.

 

De la ópera de George Gershwin, Porgy & Bess, de 1935.

 

Billie Holiday: Del espíritu original del jazz.

 

Una mas…, que no es una más cualquiera.

 

Mi preferida, la del mago Miles.

sábado, 3 de abril de 2010

Entre el ir y el venir

Algunos crustáceos se ven tan frágiles con sus delgadas extremidades... Son como penitentes sobre endebles muletas, errantes inmersos en las corrientes de oceanos universales.


Ahora estoy reflotando, recuerdo a unos pequeñísimos bivalvos que descubrí adheridos a una ramita flotando en medio del mar. Si tuvieran conciencia de sí mismos no cabrían de asombro y terror al darse cuenta que tan minúsculos y efímeros son respecto al caldo que les da vida. Mientras estuvieron en el aire algo palpitante salió de dentro de las conchas y me dí cuenta de que estaban vivos. Me sentí curioso, sorprendido, extasiado con tan raras criaturas quienes para quien no conoce del mar mas que un par de playas y vive entre los remotísimos edificios de cemento y acero invasores de las montañas de una cordillera inmensa, son una maravillosa novedad.

Me sentí como un titánico dios que tuvo en sus limitadas manos la existencia de un par de vidas. Me sentí misercordioso llevándolas de nuevo tan lejos de la fatalidad de la orilla. Me sentí como un patético y arrogante hombre común. 

Algunos humanos somos como cangrejos que van de lado con sus pasitos cortos, tenazas al frente, tímidos danzantes entre la arena seca de la tierra firme con sus raros monstruos atronadores y el fondo suave del mar de las aguas interminables con sus monstruos mudos familiares.