domingo, 21 de diciembre de 2008

La bellas: Ambición y Envidia

"The Other Boleyn Girl/La Otra Reina" (Justin Chadwick, 2008) tiene varios méritos, magnífica ambientación, actuaciones convincentes, etc., pero lo mas llamativo es el giro en el guión (no es absolutamente fiel a la historia) que lleva al espectador a presenciar las dos caras de una misma mujer: María y Ana son una misma en dos cuerpos. La ambición con el rostro de María y la bondad con el de Ana, pero ninguna de las dos deja de tener en sí misma lo que en la otra descuella. La menor de las Bolena (en realidad era la mayor) una vez ha probado embriagadores privilegios de ser el objeto del deseo del rey llega a querer aferrarse a él asomando el rostro de la misma ambición que el de su hermana y ésta tiene gestos de sacrificio que no son fácilmente creíbles en su deseo por el ascenso. Si bien la historia gira entorno a la relación de las muchachas con el rey, son muy importantes sus padres, ellos dos polos opuestos, me recuerdan a los progenitores de muchas jóvenes de hoy.
Éstas mujeres y su entorno de inicios del siglo XVI son una buena muestra de nuestra cara y sello, lo que aún nos hace abominables o adorables, incluso al mismo tiempo. Como somos, ambigüedades caminantes. El Sr. Bolena es un escalador social con cara de cordero y su esposa es la mujer mas fiel a la tradición femenina (impuesta) de la sumisión y la dignidad, él y su cuñado Thomas Howard son los clásicos manipuladores de las mujeres que creen que les pertenecen. ¿Hay diferencias significativas entre ésta baja nobleza inglesa y los padres tercermundistas que le ponen silicona a sus hijas y alcahuetean que sean (burdamente) "cortejadas" por fulanos adinerados de cualquier pelambre? Por supuesto al indignante costo que se requiera.
Mas que la ambición misma, es la cruda envidia el canto de la moneda de la que son cara y sello la bellísimas Ana (Natalie Portman) y María (Scarlett Johansson), por eso ésta no es estrictamente una historia de cómo asciende un solapado padre en la escala social a costa de un rey de moral endeble proxenetizando a las hijas, también lo es de la envidia, de la desasón que produce no estar en el mismo estatus que otros, de la ira que produce no ser la preferida en el lecho de Enrique VIII (a la larga una maldición). Mirandolo con el espacio que da el tiempo, es un culebrón sofisticado bien puesto en escena. Igual que nuestra vida de hoy, un entramado de compraventa de conciencias y "el pelar el cobre" de burdas pasiones.
Ésta es también una película de mujeres, hay un repaso de la condición maniquea e infravalorada de la mujer de aquella época, tenida por poco inteligente o sibilina, timorata o altanera, casquivana o santurrona. No había mas opciones entre salvarse o condenarse ¿Siendo Ana tan poco domable, qué otro destino le podría esperar si no el del escarnio público? A su hermana María la redimen su confianza en el amor honesto y un hombre sin mas sueño que el de ser un felíz anónimo, el único que renuncia a la corte asqueado por todos. Un giro del guión que soporta, e invita a concer la esperanza encarnada en Isabel I de Inglaterra (Elizabeth y Elizabeth: La Edad de Oro, Shekhar Kapur), una mujer magnífica, no por santa ni por diabla sino por ese carácter que tiene los elegidos para guiar naciones.
Como en aquel lejano 1.536 aún hoy se sigue ejecutando de muchas maneras en la plaza pública sin necesidad de asentir ante el verdugo ¿Somos diferentes ahora cuando condenamos públicamente a quienes tienen la temeridad de disentir superando valientemente "condiciónes" de inferioridad? Tenemos entre nosotros mujeres ignoradas, madres expoliadas, esposas ultrajadas, mujeres con y sin carácter que para colmo cuando no tienen el empacho en decir lo que piensan, gústele a quien le guste, están expuestas a todo tipo de muertes. Gracias a los miopes poderes arbitrarios masculinos y a la cobardía de los que son incapaces de respetar la voz ajena, incluso amados por ellas mismas.
Al término de la película es vidente que hay pocos cambios. Muy pocos cambios entre la Inglaterra postmedieval y nuestro flamante postmodernismo colombiano.

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